Cada vez que pienso en las fechas en las que se conmemora “el día de…” siento lo mismo.
Por un lado creo que uno debería demostrar el afecto a esas
personas todos los días de su vida. Pero por otro lado es una buena excusa para
esas demostraciones que no hacemos tan a
menudo.

Sigo creyendo que no hay amistad que pueda sostenerse a la
distancia.
Y cuando hablo de distancia no me refiero a la proximidad
física.
Hablo de esa distancia que ponen los corazones, ya sea por
desidia, por apatía o por real falta de interés.
Uno no necesita ver al otro todos los días para estar al
tanto de su vida, para compartir lo que le pasa, lo que siente... Pero sí buscar
caminos de acercamiento para ser parte
de esa historia.
No concibo la amistad que
mantiene su título “por antigüedad”, sólo porque algún día uno fue amigo
del otro. La amistad se riega todo el
tiempo para que no se seque.
Creo en el afecto que se sostiene por una historia
compartida, pero ser amigo es otra cosa…
A mis amigos no necesito sentarlos a ponerlos al día de lo
que me pasa. Sencillamente lo saben. Porque no hay excusa que impida que
estemos en contacto. Uno cuando quiere a alguien de verdad, el tiempo lo busca…
O lo inventa…
En esta época de
comunicación por excelencia, sólo está lejos quien decide estarlo.
Hubo un tiempo en que siempre estaba al pie del cañón,
atenta a todo y a todos.
Hasta que decidí por fin estar atenta a mí misma. Y al mirar
a mi alrededor pude ver quiénes en
realidad están cerca.
¿Alguna desilusión? Más de una…
Pero la vida también es eso… ¡Aprendizaje!
Quizás a quienes creía amigos no lo eran tanto, o más bien
yo me creía amiga y tenía una percepción errada de esa relación.
O simplemente creía ver personas que no eran.
Los años sirven para algo, además de para peinar canas.
Y hoy, sé que no tengo todos los amigos que hubiera querido
de más joven. Pero también sé que quiero a los pocos que tengo y que sé que realmente
me quieren bien.
¿Si hoy me da tristeza? Ya no. Aprendí a aceptar que el otro
tiene derecho a alejarse o, más bien, a no acercarse, porque siempre fui yo
quien lo hizo. Aprendí a disfrutar de los momentos que aún pueden compartirse.
A recordar viejas historias aunque las nuevas no se compartan. Y a no guardar
rencor por lo que hubiera querido que fuera. Pero tampoco acepto que se me
pasen facturas.
Y disfruto de esas personas que me eligen todos los días,
así como yo también los elijo. Los que tienen un pañuelo a mano cuando la vida
me da alguna cachetada. Los que me prestan la oreja cuando las preocupaciones
me agobian. Los que comparten el asado o la pizza, sin motivo, sin cumpleaños
de por medio. Los que me permiten compartir sus vivencias como comparten las
mías.
De esto se trata la felicidad…
De disfrutar lo que la vida nos ofrece y no padecer por lo
que nos niega.
Por todo eso, les deseo un feliz día… A mis amigos de ayer,
por la etapa compartida, a los de ayer que también decidieron ser parte de mi
hoy, y a quienes la vida me va regalando la oportunidad de conocer y disfrutar.
Y a todos, sólo les digo que siempre fui y seré la mejor amiga que puedo ser.
Gracias a todos por
formar parte de mi vida! Todos me enriquecieron y me ayudaron a ser más feliz.