Con sabor a tiza
            Por un rato volví a sentirme tu maestra. Por unos minutos, volví a pararme en medio de ese patio, enfrente de ese mástil. Por un momento, tuve otra vez 22 años, vestí mi guardapolvo blanco y empuñé mis flamantes  ideales. Miré a mi alrededor y vi a mi lado a mis compañeras. Algunas, hoy, mis amigas. Más allá, un puñado de chicos alegres, que me llamaban "seño", pidiendo a gritos que mediara en una típica situación de recreo. Cada fin de ciclo lectivo era una despedida triste. Sentía que te llevabas una parte de mí. Te despedía deseándote que brillaras, que no te conformaras con otra cosa que no fuera simplemente ser feliz. Año tras año, las mismas vivencias compartidas con mis alumnos, cada uno ocupando un lugar único e irrepetible en mi corazón de tinta. Recordando viejas anécdotas, con la curiosidad que me provocaba el futuro de cada uno, qué llegarían a ser. Más de treinta años desde ese paisaje, nuevo para mí en ese entonces; ajeno y nostálgico para mí hoy. Ci...