Algo cambió en mí aquél día...
A dos semanas de esa noche mágica en que celebramos la vida de mi hija, sus quince años... Ese momento marcó, no sé bien por qué, un antes y un después dentro mío. Fue una noche planificada cuidadosamente, absolutamente ansiada y por sobre todas las cosas compartida con todos los seres que queremos y nos quieren bien. Y ese es el punto. Pude darme cuenta quiénes formaron parte de nuestra historia y por algún motivo decidieron dejar de hacerlo. Fue encontrarnos con los afectos de siempre, que compartieron con nosotros el crecimiento de Flor acompañándonos en esta hermosa tarea de ser sus papás y a su vez, eligen ser parte de nuestra vida todos los días. Y también, estuvieron los nuevos afectos, esos que llegan en la madurez plena, los que Flor adoptó como parte de su camino, acompañan la preocupación que esta adolescencia nos trae y disfrutan también de nuestra felicidad. Llegué a ese momento con muchas inquietudes y me volví con la mayor de las certezas: sentirnos ...