Quizás ya sea tarde...

Un lunes como cualquier otro. Seis y treinta. El despertador anuncia el comienzo de otra semana como tantas...
El apuro del madrugón, la llegada al trabajo, las mismas caras de siempre: las que siempre sonríen, las que nunca desarrugan el ceño...
Automáticamente las mismas acciones... La sonrisa cordial para quienes no tienen la menor responsabilidad de haber tenido que cruzarse con él justo ese día...
Café de por medio, comienza a despejarse ese escritorio repleto de trabajo atrasado...
Entre esos papeles pendientes se colaban tantas cosas a través de sus pensamientos... Temas más trascendentes rondaban en su mente y en su corazón.
Una y otra vez, el final se transforma en comienzo y el comienzo en final...
Lo que creyó no volver a sentir, aparece repentinamente frente a sus ojos, enfrentándolo con la clara realidad: Nada está realmente al alcance de sus manos.
Esa charla pendiente que parece acercarse y nunca se concreta...
Ese gesto lejano que amaga con convertirse en realidad y queda sólo en buenas intenciones...
Esa manera de "no resolver" siempre quieta aguardando que sea el otro quien dé el primer paso...
Esa triste costumbre de durar en lugar de zambullirse a la vida...
Ese dar por entendidas cosas que deberían decirse todos los días y a los gritos...
Quizás ella pudo ver en esos ojos la tormenta que lo abrumaba y que tan bien escondía detrás de esa pila de papeles....
Quizás lo entendió más de lo que pudo decirle...
Quizás ese almuerzo apurado compartido fue la receta que supo encontrar para aliviar ese dolor que se adivinaba en cada paso que daba...
Transcurrió la tarde y una vez más la vuelta a casa, como todos los días. Enfrentarse con la rutina que se repetía contra su voluntad y parecía reírse de su malestar.
Nada parecía poder cambiar ese estado de ánimo.
Fue en ese momento, justo cuando se daba por vencido y dejaba que el día llegara a su fin, cuando la música de su celular le anunciaba que aún alguien quería compartir con él sus últimos minutos nocturnos...
Miró el visor del teléfono que no paraba de sonar, lo tomó en sus manos y sin dudarlo, decidió tocar esa tecla roja que ponía fin a toda posibilidad de comunicación.
Tal vez era tarde ya...Sí, era tarde...el día se terminaba...
Comentarios
Y, si te llaman y cuelgas... tú mismo anulas toda posibilidad.
Besos.
Pero acá hay una nueva faceta.
Me gustó mucho esa historia de oficina de situaciones que se dan pero no se cuenta.
Creo que algunos buscamos y al encontrarlo no sabemos como actuar.
Muy bueno.
Besos
Me gustó mucho la entrada y difiere en la temática.
Su blog es lo que se puede decir un blog personal, con vivencias, curiosodades...
Pero ya había amagado con algo de esto.
Va bien y no me pelee que voy a venir enchinchado y le voy a patear todo.
Un bso y un abrazo y hay que dar mas oportunidades...
Para ponerse a pensar... cuántas veces nos quejamos de lo circular del tiempo... de la sucesión de días iguales...del enojo, la falta de motivación y sin embargo, no estamos dispuestos a romper ese círculo.
Asusta menos lo malo conocido.
Usás la palabra ZAMBULLIRSE... me parece una de las palabras más lindas de nuestro idioma... (cada loco con su tema)
Un beso Gla...
Sole: Asusta menos lo malo conocido.Es cierto.... Y lo de zambullirse es un término que me gusta, muestra pasión...No es lo mismo meterse a la pileta que zambullirse... ¡¡Por eso voto por zambullirse a la vida!!